lunes, 26 de noviembre de 2012

Juan Cu, SONETO A CRISTO CRUCIFICADO , TODAVÍA ANÓNIMO



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                            SONETO A CRISTO CRUCIFICADO , TODAVÍA ANÓNIMO
 Por Juan Cu

Tanto se ha dicho sobre este soneto, y que será, sin equivocación de los sonetos que más conoce el pueblo mexicano y en latinoamérica. Se ha convertido por el imaginario popular en oración de culto cristiano. Personas lo atribuyen todavía a Santa Teresa de Jesús. Algunas instituciones universitarias de cultura a Miguel de Guevara (mexicano) y otros. Pero esta es la verdadera historia, a menos que alguién diga otra cosa, el señor académico mexicano Alberto María Carreño, cito:-


¨...que acabó en 1942 sólo con un armisticio tácito. En su libro anuncia el descubrimiento del manuscrito intitulado Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua Matlaltsinga...por el P. Miguel de Guevara, 1638, en el cual apareció el soneto dos veces (en México). El libro de Carreño es un gran palacio de erudición donde elimina uno por uno los cuatro grandes, v.g., Santa Teresa, Fray Pedro de los Reyes, San Ignacio y San Francisco Xavier para que quede en el campo, vencedor, el padre agustino, Miguel de Guevara (mexicano)¨
-ver  JOHN V. FALCONIERJ  State l’niversity of New York at Albany

Esto no les gustó a los europeos que de inmediato buscaron obtaculizar esta investigación de Carreño y lo lograron al encontrar el soneto repetido pero 10 años antes (1628) por el padre Atanasio López- en España en el libro del presbítero Antonio de Rojas, La vida del espíritu, Madrid, 1628,- pero sin paternidad. Ante ésta situación el soneto de El Cristo Crucificado es anónimo, y no atribuíble, ello,  para evitar casi 400 años de errores que se cometieron en el pasado y furiosas guerras literarias, kilogramos de libros entre académicos ( bienvenidos a la literatura).
 
 
 
Soneto a Cristo crucificado


  No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

  ¡Tú me mueves, Señor!  Muéveme el verte        
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

  Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,        
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

  No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
 
 

Tomo XIII ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA. Memorias de la Academia Mexicana correspondiente de la Española. (Discursos Académicos), T. 13 [1939-1950]. México: Academia Mexicana de la Lengua, 1955.